miércoles, 23 de noviembre de 2016

Chupete goleador

Las últimas dos semanas de clases, en cuarto medio, se armó una llave ida y vuelta entre el humanista y el matemático-biólogo. El matemático-biólogo ganaba en número y variantes. El hecho de acumular la mayor cantidad de alumnos entre los tres cursos provocaba un hándicap en el match, pero el humanista; cargando con el estigma de la flojera, la bohemia y el desperdicio, acumuló lo justo para presentarse y mostrarse digno.

Jugaban 5-4-1, sin asco, el estilo europeo; su solidez defensiva marcaba la diferencia para que el único punta clavara el puñal en el momento justo. Como no comían vidrios, de la otra vereda surgía la rabia, el verso del anti-futbol. La rivalidad crecía antes del primer partido.

La MB (matemático-biólogo), jugaba con todos arriba; para compensar el caudal defensivo de su rival con el propio, ofensivo; y así, por acción lógica de la fuerza, terminar rompiendo el cerco. Su único pecado era errar muchos goles, en parte por el arquero del humanista, pero en su mayoría por defecto propio.

Ese primer partido fue sin dudas, el mejor de la serie. La tensión se sentía en el aire. Los dichos de días anteriores, los hueveos en el pasillo, los memes, todo se resumía a esa cancha. El humanista de rojo furioso -emulando a la selección chilena (la de Acosta)- y la MB de blanco-azul, como la buena catoliquita.

El principio fue trabado. Mucha solvencia atrás, reventar y arriba, dios de nueve. Como era previsible, se hicieron grietas en la defensa del humanista producto del cansancio y cayó el primero de la MB, casi al terminar el primer tiempo. Golpe sicológico importante, pero a diferencia de lo que se supondría, de lo que esperaban todos, el humanista salió con asco a buscar su redención. Vivir en el infierno tanto tiempo te quita los escrúpulos innecesarios. Para meterse al barro ya no hay excusas y los cabros mordieron, trabaron y metieron huevos. De todos ellos hay uno especial: el nueve. Le dicen "Chupete" por sus zapatillas moradas y también porque es macizo –por decir lo menos-. El Humberto Suazo humanista. Genio.

Con esa rabia cayó el empate, y Chupete; que parecía aspersor regando la cancha con sudor, no claudicaba. El empate no era malo pensando en la vuelta, ya que se considerarían goles de local y visita. En este partido les tocó visita. Pero los cracks son así: insaciables. No por nada Suazo era el “come arcos”. Chupete quería la gloria, la buscaba, tuvo algunas pero los nervios jugaron malas pasadas; es humano, aunque no se crea, y como tal, falla a veces. El partido se extinguía y cada vez el humanista más metido atrás aguantando el empate, reventando y mordiendo. Suelo, barro, pasto, piernas si era posible.

El arquero humanista descuelga un centro flotado, chato, facilito y abre por la derecha; el puntero que arma la contra, por instinto, daba lo mismo el ratoneo del humanista. Mourinho estaría puteándolo como loco, pero qué importa, no había DT ni fórmulas, solo jugar a la pelota. En un pique de una sola vía, porque no habría vuelta tras este esfuerzo, llega a línea de fondo. Chupete que acompañaba desde la mitad, corriendo a todo lo que daba, lo que quedaba en el tanque, alza la mano y pide el pase, y allá va. Rasante, raspando el pasto, pidiendo un freno.  El nueve sabe que no puede fallar, se cuela entre los defensas y planta su izquierda con fuerza, el apoyo perfecto para tocar con delicadeza la pelota, usando la diestra. Sangre fría impensada, de otro partido. Última jugada y le metió el cooler entero para concretar.

El humanista salta y no lo cree. Chupete, el mismo de las burlas por sus zapatillas, del vapuleo, del murmullo ajeno, metía los pies al fuego y salía airoso, caminando triunfal. Nadie corre a buscarlo por el cansancio, pero el abrazo estaba ahí, eterno y fraterno. Terminó el partido y Chupete mira al cielo, buscando en él su recompensa. Le torció la mano al destino y se inmortalizó en la retina de quienes vimos ese gol, lleno de sangre y tierra. 2-1 para la historia, para una serie que terminarían ganando. Y aunque la MB nunca pagó la apuesta, qué importa, él ya pagó sus deudas y partió con una sonrisa del colegio, de esas que no te borra nadie.


viernes, 11 de noviembre de 2016

El Penal

Se escuchó el pitido seco, se frenaron las almas mientras veían al arbitro correr con el brazo firme apuntando el punto penal. Sí, penal. Minuto 88, 89, 90; qué importa. Era penal en la última jugada. Los de blanco se tomaban la cara y los de rojo se miraban nerviosos pero felices, era la opción de ganar el partido pero nadie quería la responsabilidad. La grada al rojo vivo no dejaba de gritar, exigían justicia y concretar, mordían la rabia acumulada de sus fracasos y escupían sin tapujos todos sus complejos de futbolista frustrado. ¡QUE LE PEGUE EL CAPITÁN!, gritaban desesperados desde la barra; porque claro, quien más que el líder para tomar tal peso sobre sus hombros. 

Se paró con personalidad pero las piernas vibraban un poco, junto al estadio completo. Mirada fija, brazos en jarra, el sudor corriendo por la frente, incomodando aún más la escena. En la malla del arco el cielo, a los lados y arriba; el infierno. El debate eterno con un solo protagonista, quien balancea su destino en un disparo: todo depende de él. No hay espacio para dudar, dudar es de débiles, de cagones. 

El juez se fija que el arquero esté sobre la linea y pita, el pateador toma carrera y patea. La pelota toma su curso, decidida. Ni arriba ni a los lados: ambos en su nerviosismo prefirieron el centro del arco. El arquero la recibe con las palmas. Un regalo divino, héroe sin méritos y verdugo sin intención. El pateador ve de a poco como se desvanece la ilusión, falló y lo sabe. Se toma la cara, se saca la jineta y corre llorando al camarín. 

El estadio que antes retumbaba, ahora solo murmura, haciendo eco del error y martirizando a quien lo marró, mientras toma carrera a cambiarse. Un hoyo en el suelo sería lo ideal para saltar en él, no quiere saber nada de nada. El técnico al ver esta presión sicológica sobre su dirigido, se da vuelta y ante los hinchas les grita: ¡SON CABROS CHICOS HUEÓN, PIENSEN UN POCO!.

Los papás se callaron y los niños se saludaron en el medio de la cancha porque tras el penal, terminó el partido. 0-0 en la final de la Copa Amistad, ambos ganaron medallas y una foto juntos promoviendo el fair-play. Del capitán no se supo más, anunció su retiro tras ese penal.