martes, 6 de junio de 2017

El gol triste

No eramos los mejores amigos, ni compartíamos los mismos gustos, o los mismos lugares, o las mismas personas. No jugábamos fantástico pero tampoco era un bodrio vernos mover la pelota. Mostrábamos carácter, ese que no se regala ni negocia. Un punto aparte de lo que fuimos el primer año: unos verdes que se los llevaban por delante. 

Los enojos no pasaban del momento y los que estaban picaos' jugaban el doble, metían más fuerte, corrían un metro más que el resto y ponían la pierna firme. La rabia se traducía en fútbol, no en patadas inútiles, puteadas gratis y desconexión de la cancha. No habían mensajes de Whatsapp la noche anterior agudizando falencias, llegábamos calladitos y nos dedicábamos a lo que nos reunía, porque de hablar mucho durante la semana no eramos. 

Hoy tengo un grupo de amigos, disfruto las conversaciones distendidas y las charlas cuando llegamos a jugar. Evidentemente, además, les tengo mucho más cariño. Pero dentro de la cancha el camino sigue rocoso. Tránsito normal de un equipo nuevo, caras nuevas, personalidades nuevas y niveles encontrados. Desde mi posición solo queda seguir jugando como lo he hecho siempre, sea bien o mal; nunca le he recelado al esfuerzo ni a definir con el arquero encima y una patada de cortesía. Todo sea por el bien del equipo.

No es coincidencia que los caminos se crucen de vez en cuando, así fue la semana antepasada. No se me hace difícil tampoco en un contexto así, jugar en contra. Incluso hice un gol. Lo grité con rabia por un partido apagado, e instintivamente le metí una volea a la reja. Me saqué la mierda de encima. 

Pero me di vuelta y los vi con la cabeza abajo, fue raro; nunca me había pasado y yo también agaché la cabeza. Sacudí los brazos y apreté los puños, en silencio. No sé por qué habrá sido pero chocaron las emociones, en volá los años no pasan en vano y sin quererlo, de una u otra forma, uno construye un vínculo. En volá le doy mucha importancia a algo como el fútbol, y más en una situación como esta. En volá son solo ocurrencias mías. En fin, lo que haya sido, nunca me había pasado y me lo sigo cuestionando. Una nueva experiencia.




miércoles, 15 de marzo de 2017

El cuento que nunca entrará en Santiago en 100 palabras

La fama es efímera y esquiva, ingrata e intrascendente. Pero él anhelaba tanto dejar un cuento en ese libro de bolsillo y en las pantallas de los andenes del metro. Con frases rebuscadas y tramas incongruentes, carentes de lógica y sentido. Y que de igual forma, ante la mirada de lo ajeno, asintieran pensando: "Qué profundo". Sí, se desvela hace un año pensando las palabras y la trama. Todo de manera infructuosa. Es un sueño tan humilde que ni da para escribirlo.

martes, 31 de enero de 2017

El Maracanazo

- ¿Qué esperai' del preu?

- Lo que tenga que ser nomás, ya no importa nada.

- ¿Y cómo estai' después de todo esto?

- Mejor ya, tampoco puedo llorar por siempre.

Dos de abril de 2014. Con el Lucas nos juntamos para ver la odisea de la Unión Española en Brasil enfrentando al todo poderoso Botafogo: hacía 41 años que no perdían de local pero la fe es lo último que pierde el Luquitas.

Nos propusimos caminar hasta un pub cerca de mi casa. Preguntamos desde afuera si transmitirían la pichanga; nos dijeron que sí y cortaron todos los videos cebolleros dispuestos para el karaoke. Paralizamos un miércoles en la noche con un partido intrascendente en el diario vivir, pero no así para los que gozábamos con las historias de David y Goliat.

La Unión siempre me ha parecido un equipo atractivo, más ahora que me amisté con el Lucas. Recién salimos de cuarto medio y no nos decidimos sobre qué carrera ocuparía los próximos años de nuestra vida, así que nos presentamos a la PSU bien displicentes, sacamos como 600 puntos y preferimos ir al preuniversitario. Un año sabático no le hace mal a nadie.

Precisamente en cuarto medio nos tocó exponer sobre un tema libre para el ramo de inglés. Hacía poco había sido el cumpleaños de don Alcides Ghiggia y nos pareció idóneo para excusarnos sobre nuestra presentación. En un inglés tembloroso describimos paso a paso el Maracanazo, con suicidios, monedas y toda la cosa. Mi primer y último siete en cuarto medio. 

Ese día de abril nos unía nuevamente con el fútbol y el contexto brasileño. Quien sabe, por ahí la Unión metía el batacazo y se ganaba unas cuantas portadas del día siguiente. Total si perdían, no pasaba nada: era lo previsible, lo que siempre pasa con los chilenos en tierras brasileñas.

- Pero igual si conoces una mina, ¿la hacís o no? -empezó el Lucas.

- Jaja, hueón, acabo de terminar. Tampoco tengo por qué apurar procesos, es momento de tocar la pelotita y jugar al pie -respondí dubitativo.

- Quien sabe, en una de esas te salta el central con la plancha y te mueve el piso.

- Estoy listo pa' meterle la cachaña, quiero evitarlo como sea.

Llegaron los schop y la chorrillana, los equipos saltaron a la cancha y empezamos a degustar las delicias culinarias que ofrecía el local. Un primer tiempo para comerse las uñas pero con la solidez defensiva propia de un equipo que no quiere entregar tres puntos, Unión mantuvo el cero en el arco. El Lucas apenas tocaba la chela mientras de a poco, se sumaron unos cuantos transeúntes a ver el partido. Entretiempo y el cigarrito.
- A veces pienso que nacimos para estar solos -reflexionó el Lucas.

- Es complicado, es lo que menos queremos pero lo que más pasa. O sea, igual somos chicos, pero siento que hemos vivido caleta de hueás -le complementé.

- El problema son las minas hueón, da lo mismo cuanto trabajes para llegar bien al área. Son capaces de trabar con la cabeza para evitar el gol.

- Ya pero tampoco exageremos, cada quien tiene su ritmo de vida; no podemos obligar a nadie a vivir como nosotros. Miranos, hablando de la pelota en todo tema de nuestra vida. ¿No seremos nosotros los hueones?

- Sinceramente pienso lo mismo, pero es más fácil echarle la culpa a otros. La pelota no se mancha.

El segundo tiempo partió impreciso y con un Lucas inquieto en la silla, íbamos por el tercer schop cuando al Seba Jaime -el superhéroe de mi amigo- se le ocurre desbordar por la derecha y meterse al área. 

- ¡PENAL! ¡PENAL HUEÓN!

- Lo cobró, pero tampoco era penal -le dije, solo para llevarle la contra.

- Hueón sí, mira como lo toca abajo. Dejémoslo en cobrable.

- Bueno, da lo mismo igual, ahora hay que meterlo.

Gustavo Canales, el mercenario, rodilla de bronce, se paró al frente de la responsabilidad. Brazos en jarra y con la tranquilidad acostumbrada la clavó para el 0-1. ¡GOL!, ¡GOOOOL!. Unión Española, un equipo tan minúsculo daba la sorpresa y se metía en octavos matando al mismísimo Botafogo. Quien lo diría.

Quedaban veinte y de a poco la gente que pasaba por afuera del sector dónde estábamos, se plantaba a ver los cinco minutitos permitidos antes de que te obliguen a comprar algo. No faltó el que se sentó a disfrutar del espectáculo, del único hincha rojo presente. Toque, toque, toma chocolate y paga lo que debes; Unión dándole clases al Botafogo. No se podía creer.

Pitazo y triunfo, saltamos todos y nos fundimos en un abrazo. Eramos todos de Unión por un breve instante. El Maracanazo del siglo veintiuno, y lo presenciamos juntos. Nos terminamos la cerveza y emprendimos rumbo de vuelta a nuestras casas.

- Yo creo que la cagaste terminando, Tomi -me dijo el Luquitas.

- Si algún día me arrepiento, serás al primero que llame para que nos vayamos a tomar una cerveza y olvidarme de eso.

- Sería todo un honor. 

Hoy, 31 de enero, Unión Española vuelve a ganar en el extranjero; ante un equipo de menor jerarquía, sí. Pero igual de importante para meterse en instancias finales de la Libertadores. Esta vez estamos lejos, él en Montevideo viviendo en carne y hueso este triunfo 3-2 con gol de su ex-actual héroe. Y yo en Vicuña escribiendo para distraer un rato la tensión de Las Preciosas.

Nunca hice esa llamada.